La sagaz princesapágina 10 / 19
Como de costumbre, concluyó su peroración tratando de persuadirla de que debía recibirle inmediatamente por esposo, y asegurándola que no sabía donde se hallaban buscando con afán desde que entro en el castillo. La sagaz princesa fingió creerle y consentir en lo que la reponía, pero le manifestó que era necesario buscar ante todo a Perezosa y Habladora par aunque después tomaran todos juntos las medidas conducentes al cumplimiento de sus deseos. Cauteloso respondió que de ninguna manera se las debía buscar antes de realizar el matrimonio porque las princesas se pondrían a la preferencia a que tenían derecho por edad.
Esta respuesta aumento las sospechas que el pérfido príncipe inspiraba a Picarilla. La pobre tembló por la suerte de sus hermanas, y juró vengarlas, y evitar al mismo tiempo que la ocurriese la desventura de que, no sin razón, las suponía victimas. Afirmó entonces a Cauteloso que consentía en casarse con el; pero que abrigaba la convicción de que todos los matrimonios realizados de noche eran infelices, por lo que le suplicaba que aplazasen para el día siguiente la ceremonia de jurarse una fe reciproca: asegurole también que hasta entonces nada diría a sus hermanas, le pidió por favor que la dejase solo un momento para rezar y termino prometiéndole conducirle ligo a una habitación donde encontraría una buena cama. Al amanecer podría subir a verla para continuar juntos el resto del día.
Cauteloso que era por cierto un valiente, viendo que Picarilla no abandonaba el martillo – y le blandía, a pesar de su tamaño, como si fuese un ligero abanico – accedió al fin a los deseos de la princesa, y se retiró para dejar tiempo de meditar. No bien hubo salido del cuarto, Picarilla corrió presurosa a disponer una cama sobre la boca de un albañal sumamente profundo y espacioso, donde iban a parar todas las inmundicias del castillo. La princesa colocó sobre el agujero dos o tres palos poco resistentes, y encima puso el colchón con sabanas muy limpias y perfumadas. Subió enseguida a su cuarto, y cuando entró Cauteloso le condujo al sitio en que acababa de preparar la cama y se despidió de él hasta el amanecer.