La sagaz princesapágina 18 / 19
La belleza de Picarilla impresiono vivamente el animo de Perfectísimo, que hizo a la joven esposa mil cumplimientos pero con tal frialdad y torpeza que los personajes de la corte, conocedores de la inteligencia y el ingenio del príncipe, quedaron atónitos y supusieron al ver la cortedad de su futuro soberano que el amor le había hecho perder su natural donaire. Entusiastas aclamaciones y gritos de alegría resonaron aquel día en la ciudad; los conciertos y los fuegos artificiales duraron hasta muy entrada la noche. Después de un magnifico banquete, fueron conducidos los esposos a sus respectivas habitaciones.
Acordándose de la máxima que le había recomendado la maga, Picarilla concibió un proyecto que puso en seguida en práctica. La princesa sedujo con halagos y dadivas a la camarista que tenia la llave de su aposento, y con su ayuda se proporciono cierta cantidad de paja, una vejiga llena de sangre de carnero y las tripas de algunos animales que habían matado para la cena. Entró con todos estos adminículos en un gabinete contiguo a su alcoba, y allí arregló un pelele relleno de paja, dentro del cual puso la vejiga y las tripas con la sangre del carnero. En seguida vistió la figura de mujer y la colocó en la cabeza una papalina de encajes como las que usan las señoras para dormir. Concluida la operación, continuo el resto del día como si nada la preocupara. Cuando concluido el banquete volvió a su habitación, aguardo a que la camarista terminase de desnudarla y así que se vio sola metió en la cama el pelele.
El príncipe entró en la habitación de su esposa, y después de haber suspirado profundamente como el que hace un grande esfuerzo para tomar una resolución, desenvaino su espada y atravesó con ella de parte a parte el cuerpo que creía de Picarilla. La sangre salio a borbotones.
-¡Dios santo! – Exclamo Perfectísimo - ¿Qué es o que he hecho? ¡Como después de tan crueles angustias y de tan encarnizada lucha he cumplido mi terrible juramento, manchando mis manos con un crimen! ¡Si, he muerto a la más encantadora de las princesas, a la mujer cuyas gracias me hechizaron desde el instante en que la vi, al ángel que hubiera hecho la felicidad de mi vida! ¡Y sin embargo no he tenido fuerza para sustraerme al juramento que mi hermano, poseído de furor, obtuvo de mí por medio de una indigna sorpresa! Soy un monstruo, he castigado a una mujer por el delito de ser demasiado virtuosa. Cauteloso, si he satisfecho tu injusta venganza, también vengaré a Picarilla, dándome yo mismo la muerte. Es necesario, encantadora princesa, que muera con la misma espada que sirvió para inmolarte…