La sagaz princesapágina 19 / 19
Picarilla oyó que el príncipe buscaba por el suelo la espada que había dejado caer en el trasporte de su dolor y exclamó saliendo de su escondite:
- ¡Tranquilizaos, príncipe, que no estoy muerta! Conociendo vuestro buen corazón y adivinando vuestro arrepentimiento, os he evitado un crimen valiéndome de un inofensivo engaño.
Refirió Picarilla a Perfectísimo cuanto había hecho, y lleno el príncipe de alegría, abrazó a la princesa y le manifestó profunda gratitud por haberle evitado un crimen, del cual se acordaría siempre con horror.
Si Picarilla no hubiese atendido a la consabida máxima que hace de la desconfianza la madre de la seguridad, habría muerto y muerte hubiera ocasionado la de Perfectísimo. ¡Cuánto erróneas conjeturas se haría entonces sobre el carácter y sentimientos de aquel noble príncipe! ¡Loor eterno a la prudencia y serenidad de espíritu! Estas virtudes salvaron a los jóvenes esposos, y desde las puertas de la muerte los llevaron a un paraíso de amor y de ventura, donde vivieron largos años, felices como nunca lo fueron los príncipes de la tierra.