La sagaz princesapágina 17 / 19
- La ociosidad – añadió la maga –es la madre de todos los vicios. Para que volváis a altar y recuperéis el tiempo perdido, voy a daros la ocupación que merecéis.
Desde aquel día, obligo a las princesas a que desempeñasen los más rudos trabajos, recogieran legumbres, arrancaran yerbas nocivas y cavaran la tierra con un enorme azadón. Perezosa no pudo resistir a la tristeza que le causaba un genero de vida tan contrario a sus inclinaciones y murió de desesperación y de cansancio. Habladora, después de haberse escapado una noche del palacio de la maga, se abrió la cabeza contra un árbol, y de resultas de la herida, murió entre los brazos de algunos campesinos.
La desgraciada suerte de sus hermanas causo a Picarilla mucha pesadumbre: las quería entrañablemente. Para aumento de sus penas, supo que Perfectísimo había solicitado su mano y que el rey se la había concedido sin consultarla. En aquel tiempo, la inclinación de las personas interesadas entraba por muy poco en el arreglo de las bodas. Picarilla se estremeció: temía, no sin fundamento, que Cauteloso hubiese transmitido al corazón de su hermano el odio que la profesaba. Pronto supo que no se había equivocado; que el joven príncipe quería casarse con ella para sacrificarla. Llena de inquietud, fue a consultar a la maga.
La maga no quiso revelar secreto alguno a la princesa, y se limito a decirla:
- La prudencia y el buen juicio que ha sido siempre la norma de vuestra conducta, os han hecho practicar escrupulosamente la máxima de, la desconfianza es madre de la seguridad. Seguid observándola como hasta aquí y consiguiereis ser dichosa son el auxilio de mis artes.
Sin poder sacar de su consulta nada en limpio, Picarilla volvió a palacio llena de mortal zozobra. Algunos días después, un embajador del rey Muy Benigno se caso con la princesa a nombre del hermano de Cauteloso, y la condujo en seguida en una carroza magnifica al palacio de su esposo. Celebraron para recibirla grandes fiestas, las dos primeras ciudades porque debía pasar, y a la tercer jornada encontró a Perfectísimo que había salido a recibirla por orden de su padre. A todo el mundo, incluso el rey, sorprendió mucho la profunda tristeza del joven príncipe al aproximarse el día del casamiento que tanto había deseado.