La sagaz princesapágina 12 / 19
Hizo que le trasladasen a la corte del rey su padre, donde a fuerza de tiempo y de exquisitos cuidados logro curar del susto y de las contusiones. Inspirole aquella aventura odio tan inmenso contra Picarilla que solo pensaba en convalecer completamente para vengarse de tamaña ofensa.
Entre tanto, la virtuosa princesa para quien el buen nombre y la gloria de su familia eran prendas más caras que su propia existencia, pasaba ratos amarguísimos: la vergonzosa debilidad de sus hermanas le causaba pena y desesperación profundas. Aún debía recibir un nuevo y rudo golpe: la salud de Habladora y Perezosa empezó a alertarse de resultados de su unión con el indigno príncipe.
Lo ocurrido en la torre aumento la natural infamia y detestables inclinaciones de Cauteloso. Ni el recuerdo del albañal, ni el de las magulladuras recibidas le causaba tanta rabia como el de haber encontrado una persona mas astuta que él. Preveía las consecuencias de sus dos casamientos, e hizo que llevasen bajo las ventanas del castillo grandes cajones con hermosos árboles cargados de fruta. Perezosa y Habladora, que vieron pronto la golosina, entraron en ganas de comerla y persiguieron con sus reiteradas instancias a su hermana para que bajase en la canastilla. Tanto la dijeron, que al fin se decidió a complacerlas: descendió hasta la copa de los árboles, y poco después las dos princesas devoraban con avidez exquisitas y sabrosas frutas.
Al día siguiente aparecieron nuevas cajas con árboles de otra especie: las princesas volvieron a experimentar el mismo antojo, y Picarilla volvió a bajar. Pero los emisarios de Cauteloso, que el primer día habían errado el golpe, salieron precipitadamente del escondite y se apoderaron de la princesa.
Sus pobres hermanas se mesaban los cabellos con desesperación. Los esbirros del infame príncipe condujeron a Picarilla a una casa de campo, a donde Cautelosos había ido a restablecerse. Cuando la vio entrar no pudo contener su feroz alegría, y la dirigió brutales insultos, a los que ella respondió con una enteraza de alma digna de heroína. Después de haberla tenido prisionera durante algunos días, ordeno que la llevasen a la cumbre de una elevada montaña, a donde fue el mismo así que los esbirros hubieron ejecutado sus órdenes. Ya allí, anuncio a Picarilla que iban a matarla de una manera que le vengase con usura de la caída en el albañal.