La sagaz princesapágina 2 / 19
Esta insufrible comenzó de menear la lengua la causaba inmenso perjuicios. Sus maneras familiares autorizaban hasta cierto punto a los pisaverdes de la corte para dirigirla, sin respeto a su elevada posición, bromas y piropos. Habladora escuchaba las flores con benevolencia, solo por tener el placer de responder a las galanterías, pues ya he dicho que, a trueque de hablar, poco le importaba el auditorio y mucho menos la materia de la conversación. De igual manera que Perezosa, Habladora no dedicaba ningún tiempo a la meditación y al estudio, ni mucho menos a los trabajos de la aguja y del bastidor. Las dos hermanas pasaban la vida en ocio perpetuo.
El carácter de Picarilla, la hermana pequeña, era complemente distinto: su vivacidad no tenia limites, y hacía un uso laudable de su natural talento y felices disposiciones para esos mil ejercicios que constituyen la base de una maestría, cantaba con exquisito gusto y manejaba a la perfección una infinidad de instrumentos. Además de estas habilidades hacia con admirable soltura todos esos pequeños trabajos de mano, como coser, bordar, etc.; trabajos que tanto entretienen a las jóvenes. Vigilaba también el interior de la real casa, e impedía las rapiñas de los oficiales y abastecedores de palacio, que desde muy antiguo han sido siempre poco escrupulosos en la observancia del séptimo mandamiento de la ley de Dios.
No acababan aquí las disposiciones de Picarilla: poseía una rectitud de juicio nada común, y su presencia de ánimo era tan maravillosa, que en las circunstancias más difíciles encontraba siempre medios hábiles para salir de los más graves apuros. La exquisita penetración de esta joven princesa describió en una ocasión un lazo peligroso que un embajador de mala fé tendía al rey con motivo de un tratado de importancia. Para castigar la perfidia del embajador y del monarca a quien representaba, el rey cambio el articulo del tratado, redactándolo en los términos que le dicto su hija, y logro de este modo castigar al engañador.