Érase una vez una niña que vivía en el bosque con su madre; todos la llamaban Caperucita Roja, pues siempre se ponía una capa roja que le había regalado su abuelita. Cierta mañana, llegó un mensajero trayendo una carta con la noticia de que la abuelita no se sentía muy bien de salud. -Una buena sopa de verduras le haría mucho bien -dijo Caperucita Roja. -¡Qué buena idea! -comentó la madre de la niña, e inmediatamente empezó a preparar una cesta para que Caperucita Roja le llevara a la abuelita. Cuando la cesta estuvo lista, la niña se puso la capa roja y se despidió de su madre. -No te distraigas por el camino, hija. Ve directamente a casa de la abuelita. Recuerda que hay muchos peligros en el bosque. -Así lo haré, mamá. No te preocupes -dijo Caperucita Roja. Caperucita olvidó bien pronto su promesa y se distrajo con unas flores y unas mariposas de colores. Luego vio otras más hermosas un poco más allá y así, poco a poco, se fue desviando del camino. De repente, apareció por entre los árboles un lobo feroz. -¿Quién eres y qué haces aquí? -preguntó el lobo. La niña respondió: -Me llaman Caperucita Roja y estoy recogiendo flores para llevarle a mi abuelita, que está enferma. -Te aconsejo que vuelvas al camino principal -dijo el lobo feroz-. Por si no lo sabías, por estos alrededores hay un lobo feroz. -¿Y cómo son los lobos? -preguntó ingenuamente la niña. -Ah, pues tienen unas orejas de color morado, muy largas -mintió el lobo-. Dime una cosa, ¿dónde vive tu abuela? Caperucita Roja le dijo exactamente dónde vivía su abuelita. Luego, la niña siguió su camino tranquilamente. El astuto lobo tomó un atajo para llegar primero a la casa de la anciana. El lobo conocía muy bien el bosque y pronto llegó a la casa. Esperó unos segundos frente a la puerta para recobrar el aliento y luego tocó a la puerta suavemente. -¿Quién es? -preguntó la abuelita desde la cama. -Es Caperucita Roja -dijo el lobo, imitando la voz de la niña.