La sagaz princesapágina 8 / 19
Carecía Habladora de tales provisiones y acosada por el hambre, por el deseo de hablar y por las protestas que el príncipe la dirigía, abrió al fin. Entró el príncipe y represento a las mil maravillas el papel que se había propuesto desempeñar.
En seguida salieron juntos de la habitación y se dirigieron a la despensa del castillo, donde encontraron toda clase de provisiones. La princesa empezó por manifestar alguna inquietud respecto a sus hermanas; pero no tardo en persuadirse, no se con que fundamento, de que estaban encerradas en el cuarto de Picarilla y de que allí no les faltaba nada. Cauteloso se esforzó cuanto puso para afirmarla en esta creencia, y la dijo que a la noche irían a buscarlas; pero ella no fue de este parecer, y respondió que irían a llamarlas tan pronto como concluyesen de tomar un refrigerio.
El príncipe y la princesa comieron en la mejor armonía. Cuando acabaron, Cauteloso comenzó a exagerar la violencia de su pasión, y las ventajas que la princesa encontraría en casarse con el. Díjola – como había dicho la víspera a la pobre Perezosa – que debía aceptarle por esposo inmediatamente, porque si sus hermanas se enteraban harían todo lo posible por impedirlo. Siendo el uno de los príncipes mas poderosos de la tierra, era mas que probable que la mayor quisiese para si tan ventajoso `partido y tratase de impedir una unión que debía hacerla tan dichosa. Habladora, después de algunas replicas tan largas como vacías de sentido, concluyó por ceder y fue tan imprudente como su hermana; es decir, acepto al príncipe por esposo sin otras formalidades que una falaz palabra. No se acordó de la virtud de la rueca de cristal sino cuando quedo hecha pedazos.
Llegada la noche, Habladora volvió a su habitaron con el príncipe, y la primera cosa que se ofreció a sus ojos fue la rueca de cristal, rota en mil añicos. Turbose y se apesadumbró en presencia de tal espectáculo, y el príncipe la preguntó la causa de su disgusto. Como, en su flujo de hablar, un secreto era para ella un peso irresistible, contó a Cauteloso el misterio de las ruecas. El príncipe experimento diabólico placer al enterarse de que el padre de las princesas tendría una prueba irrecusable de la mala conducta por ellas observada.