La vieja del bosquepágina 2 / 3
- Abre aquel árbol de allí y encontrarás vestidos - y, al hacerlo, salieron vestidos magníficos, adornados con oro y pedrería, dignos de la más encumbrada princesa. Y la muchacha vivió allí una temporada, presentándose la palomita todos los días para atender las necesidades de la muchacha.
Y era de verdad una vida buena y tranquila.
Pero un día le preguntó la paloma:
- ¿Quieres hacer algo por mí?
- Con toda mi alma - respondió la muchacha. Díjole entonces la palomita:
- Te llevaré a una casa muy pequeña. Entrarás y, junto al hogar, estará sentada una vieja que te dirá: "Buenos días." Pero tú no respondas, haga lo que haga, sino que te diriges hacia la derecha, donde hay una puerta. La abres, y te encontrarás en un aposento con una mesa, sobre la cual verás un montón de anillos de todas clases. Los hay magníficos, con centelleantes piedras preciosas; pero déjalos. Busca, en cambio, uno muy sencillo que ha de estar entre ellos. Cógelo y tráemelo lo más rápidamente que puedas.
Encaminóse la muchacha a la casita y entró. Allí estaba la vieja, que, al verla, abriendo unos ojos como naranjas, le dijo:
- Buenos días, hija mía.
Pero ella no respondió y se dirigió a la puerta.
- ¿Adónde vas? - exclamó la vieja, reteniéndola por la falda -. Ésta es mi casa, y nadie puede entrar sin mi permiso.
Pero la muchacha no abrió la boca, y soltándose de una sacudida, entró en la habitación. Sobre la mesa había una gran cantidad de sortijas que brillaban y refulgían como estrellas. Esparciólas todas buscando la sencilla; mas no aparecía por ninguna parte. Mientras estaba así ocupada, vio que la vieja se escabullía con una jaula que encerraba un pájaro. Corriendo a ella, quitóle de la mano la jaula.