jueves 11 de diciembre de 2014 a la 01h45 de la manana
Quiero esta parte por favor
Los copos caían cada vez más gruesos y parecían ya gallinas blancas; de pronto, se hicieron a un lado, el gran trineo se detuvo y la persona que lo conduciía se levantó; su abrigo y su gorro eran tan sólo de nieve. Se trataba de una mujer,alta y esbelta, de blancura deslumbrante: La Reina de las Nieves.
- Hemos hecho un largo caminio - dijo ella - ¿Tienes frío? Ven, métete bajo mi abrigo de piel de oso.
Le montó en su trineo, extendió su abrigo sobre él y Kay creyó desaparecer entre un montón de nieve.
- ¿Todavía tienes frío? - le preguntó, besándole en la frente.
¡Ay!, aquel beso era más frío que el hielo y le penetró hasta el corazón que, por otra parte, era ya casi un bloque de hielo. Le pareció que iba a morir... pero esa sensación no duró más que un instante, después dejó de sentir el frío intenso que le rodeba.
- ¡Mi trineo! ¡No olvides mi trineo!
Eso fue lo primero en que pensó. La Reina de las Nieves lo ató a la espalda de una de las gallinas blancas que volaban tras ellos y a continuación besó a Kay una vez más y esté olvidó a la pequeña Gerda, a la abuela y a todos los que habían quedado en su casa.
- No te volveré a besar - le dijo ella- Un beso más te mataria.
Kay la miró; era hermosa, no podía imaginar un rostro que irradiara una inteligencia y un encanto semejantes; no tenía aquel aspecto de hielo, como cuando le hizo una seña a través de la ventana; a sus ojos, era perfecta y no le inspiraba ya ningún temor; le contó que sabía calcular de memoria, incluso con fracciones, que concía perfectamente la geografía del país y el número de sus habitantes; mientras todo eso le contaba, ella no dejaba de sonreír. No obstante, Kay tenía la impresión de que todo cuanto sabía no era suficiente. Miró hacia arriba, el espacio infinito; la Reina de las Nieves lo tomó en sus brazos y juntos ascendieron por el aire; atravesaron oscuros nubarrones, donde el rugir del huracán evocaba en su mente el recuerdo de antiguas canciones; volaron por encima de bosques y de lagos, de mares y montañas; debajo, silbaba el viento, graznaban las cornejas y aullaban los lobos sobre un fondo de resplandeciente nieve. Arriba, en lo alto, una luna grande y fulgurante iluminaba el cielo y Kay la contepló durante toda aquella larga noche de invierno. Al llegar el día, dormía a los pies de la Reina de las Nieves.
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jueves 11 de diciembre de 2014 a la 01h45 de la manana
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