jueves 11 de diciembre de 2014 a la 01h45 de la manana
Quiero esta parte por favor
Cuando poco después la niña volvió a su lado con el álbum, Kay le dijo que aquello estaba bien para los bebés, pero no para él. Si la abuela les contaba cuentos, él siempre encontraba algún motivo para burlarse y en cuanto podía la imitaba a sus espaldas ridiculizando sus palabras y sus gestos; la verdad es que lo hacía a la perfección y todo el mundo se reía a carcajadas. pronto se acostumbró a imitar y a burlarse de cuaquiera que pasara por la calle. Todo lo que en los demás había de singular o de poco agradable era ridiculizado por el muchacho; la gente decía de él:
- ¡ Qué inteligente es este chico!
Se dedicaba incluso a mortificar a la pequeña Gerda, que le quería con toda su alma. El cristal que le había entrado en el ojo y el que se había alojado en su corazón eran la causa de todo.
Sus juego tampoco eran a como antes: se había vuelto mucho más serio. Un día de invierno que caía una fuerte nevada, Kay sacó una lupa y extendió una punta de su chaqueta azul para que cayeran sobre ella algunos copos.
- Mira a través de la lupa, Gerda - le dijo.
Los copos aparecían mucho más grandes y tenían el aspecto de flores magníficas o de estrella de diez puntas; era realmente precioso.
- Fíjate que curioso- continuó Kay - Es más interesante que las flores de verdad. No hay en ellos el menor defecto; mientras no se funden, los copos son absolutamente perfectos.
Unos días después, se acercó a Gerda con las manos enfudadas en unos gruesos guantes y con su trineo a la espalda; griándole al oído, le dijo:
- ¡Me han dado permiso para ir a jugar a la Plaza Mayor!
Y hacia allí se marchó.
En la plaza, los chicos más atrevido solían atar sus trineos a los carros de los campesinos para ser remolcados por ellos. Aquello era la mar de divertido. Cuando estaban en pleno juego, llegó un gran trineo, completamente blanco, conducido por una persona envuelta en un abrigo de piel blanco y con un goroo de piel igualmente blanco en la cabeza; dio dos vueltas a la plaza y Kay enganchó rápidamente su pequeño trineo al que acababa de llegar; juntos, comentzaron a deslizarse por la nieve. Cogieron más velocidad y salieron de la plaza por una calle lateral; la persona que conducía el trineo grande volvió la cabeza e hizo a Kay una seña amistosa, como si ya se conocieran de antes, cada vez que Kay intentaba desenganchar su trineo, el desconocido volvía la cabeza y Kay se quedaba inmóvil en su asiento; franquearon así las puertas de la ciudad y se alejaron. La nieve empezó a caer tan copiosamene que el niño apenas podía ver a un palmo por delante de su nariz; intentó aflojar la cuerda que le mantenía unido al trineo grande, pero no lo consiguió: estaban bien enganchados y corrían ta veloces como el viento. Gritó con todas sus fuerzas, mas nadie le oyó; la nieve seguía cayendo y el trineo avanzaba tan rápido que parecía volar, aunque a veces daba brincos, como si saltase sobre zanjas y piedras. Kay estaba tremendamente asustado, quiso rezar el Padrenuestro y sólo consiguió recordar la tabla de multiplicar.
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jueves 11 de diciembre de 2014 a la 01h45 de la manana
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