La cabra del señor Seguinpágina 10 / 10
Luego el monstruo avanzó, y los cuernecito entraron en danza.
¡Ah! ¡La valiente cabra, como iba de buena gana! Más de diez veces, no miento, forzó al lobo a retroceder para retomar aliento. Durante estas treguas de un minuto, la golosa recogía aprisa aún alguna brizna de su querida hierba; luego regresaba al combate, con la boca llena... Esto duró toda la noche. De vez en cuando la cabra del Sr. Seguín miraba las estrellas bailar en el cielo claro y se decía:
- ¡Oh! mientras resista hasta el alba...
Una tras otra, las estrellas se apagaron. Blanquette redobló sus cornadas, el lobo sus mordiscos...
Una luz pálida apareció en el horizonte... El canto del gallo ronco subió de una granja.
- ¡Por fin! dijo el pobre animal, que tan solo esperaba al día para morir; y se tumbó en el suelo en su bella piel blanca toda manchada de sangre...
Entonces el lobo se lanzó sobre la pequeña cabra y la comió.
Adiós, Gringoire.
La historia que has oído no es un cuento de mi invención. Si alguna vez vienes a Provenza, nuestros granjeros te hablarán a menudo de la cabro de moussu Séguin, que se battégue touto la neui emé lou loup, e piei lou matin lou loup la mangé .
Me oyes bien, Gringoire. “e piei lou matin lou loup la mangé”.