El gato embotadopágina 3 / 5
El rey recibió al marqués con mucho agasajo, y como el vestido que le acababan de traer realzaba su buena presencia (pues que en efecto era todo un real mozo), no le pareció moco de pavo, que digamos, á la hija del rey; de suerte que á las dos ó tres miradas muy respetuosas y un poquillo tiernas que le dirigió nuestro marqués, ya estaba la niña enamorada hasta las cachas.
El rey hizo subir al marqués á su carroza, obligándole á tomar parte en la diversion. El gato, muy satisfecho de que con tan buenos auspicios comenzase el negocio, tomó la delantera, y habiendo encontrado a unos dalladores que estaban segando un prado, les dijo:
—Dalladores, buenos dalladores, si no decis al rey que el dueño de ese prado es el marqués de Cuatrovientos, os juro ¡voto á tal y que os tengo de hacer jigote.
No dejó el rey de preguntar a los dalladores de quién era el prado que estaban dallando.
—Es del señor marqués de Cuatrovientos, exclamaron todos á una; porque á la verdad no les habian hecho gracia las terribles amenazas del gato.
—¡Magnífica hacienda! dijo el rey al marqués de Cuatrovientos.
—¡Pse! Tal cual, contestó el marques: no deja de darme todos los años una regular cosecha.
Maese gato, que seguia llevando la delantera, encontró á unos segadores y les dijo:
—Segadores, buenos segadores, si no decis que esas mieses son del marqués de Cuatrovientos, os juro ¡voto á tal! que os tengo de hacer jigote.
El rey, que pasó al poco tiempo, quiso saber a quién pertenecían todos los sembrados que la vista alcanzaba.
—Son del señor marqués de Cuatrovientos, respondieron á una los segadores; y el rey acompañó en su satisfaccion al marqués.
El gato, que iba delante de la carroza, á cuantos encontraba decia siempre lo mismo, y el rey estaba admirado de las inmensas riquezas del marqués de Cuatrovientos.