El príncipe Fatal y el príncipe Fortunépágina 6 / 7
Cuando Fatal vio a la princesa, se quedó inmóvil. Era tan bella, que se enamoró de ella como un loco, y fue entonces cuando de verdad fue desgraciado, pues pensaba que un hombre como él no estaba hecho para casarse con una gran princesa. Por lo que decidió ocultar celosamente su amor, y todos los días sufría grandes tormentos; pero fue aún peor cuando supo que Fortuné, que había visto un retrato de la princesa, que se llamaba Gracieuse, se había enamorado también y enviaba a sus embajadores para pedirla en matrimonio. Fatal pensó morir de pena; pero la princesa Gracieuse, que sabía que Fortuné era un príncipe cobarde y malvado, le rogó tanto a su padre que no la obligara a casarse con él , que le contestaron al embajador que la princesa no deseaba casarse aún. Fortuné, al que nadie hacia contrariado jamás, se puso furioso cuando le transmitieron la respuesta de la princesa; y su padre, que no podía negarle nada, declaró la guerra al padre de Gracieuse, que no se preocupó demasiado pues se decía. «Mientras tenga a Fatal al frente de mis ejércitos, no temeré ser vencido.»
Envió pues a buscar a su general y le dijo que se preparara para la guerra; pero Fatal, arrojándose a sus pies, le dijo que él había nacido en el reino del padre de Fortuné y que no podía combatir contra su rey. El padre de Gracieuse entró en cólera y le dijo a Fatal que lo mandaría matar si se negaba a obedecerlo; y que, al contrario, le daría a su hija por esposa si lograba la victoria sobre Fortuné. El pobre Fatal, que amaba con locura a Gracieuse, se sintió muy tentado; pero, finalmente decidió cumplir con su deber; abandonó la corte y todas sus riquezas.
Mientras tanto, Fortuné se había puesto al frente de su ejército para hacer la guerra; pero al cabo de cuatro días cayó enfermo de cansancio; pues era muy delicado porque nunca había hecho ejercicio. El calor, el frío, todo le hacía enfermar. El embajador que quería adular a Fortuné, le dijo que había visto en la corte del padre de Gracieuse a aquel chico que habían expulsado de su palacio; y que le habían dicho que el padre de Gracieuse le había prometido a su hija. Al conocer esta noticia, Fortuné entró en gran cólera, y tan pronto como se recuperó, partió para destronar al padre de Gracieuse, prometiendo una fuerte suma de dinero a aquel que le trajera a Fatal.