El príncipe Fatal y el príncipe Fortunépágina 1 / 7
Por Madame Le Prince de Beaumont
Había una vez una reina que tuvo dos hijos. A un hada, buena amiga de la reina, le habían pedido que fuera la madrina de los príncipes y que les hiciera algún don.
-Le concedo al mayor -dijo- todo tipo de desventuras hasta la edad de veinticinco años, y le pongo por nombre Fatal.
Al escuchar esas palabras, la reina lanzó grandes gritos y conjuró al hada a que cambiara aquel don.
-No sabes lo que pides -le dijo el hada a la reina-; si no es desventurado, será perverso.
La reina no se atrevió a decir nada más, pero le rogó al hada que le permitiera elegir un don para su segundo hijo.
-Es posible que lo elijas todo al revés -contestó el hada-; pero no importa, estoy dispuesta a concederte lo que me solicites para él.
-Deseo -dijo la reina -que triunfe siempre en todo cuanto quiera hacer; es la forma de hacerle feliz.
-Bien podrías engañarte, -dijo el hada-; por lo tanto, no le concedo ese don sino hasta los veinticinco años.
Le pusieron nodrizas a los dos pequeños príncipes, pero desde el tercer día, la nodriza del primogénito tuvo fiebre; le pusieron otra que se rompió una pierna al caerse; a una tercera se le retiró la leche tan pronto como el príncipe Fatal empezó a mamar de ella; y como corrió el rumor de que el príncipe le traía mala suerte a todas sus nodrizas, ninguna quiso alimentarlo, ni aproximarse a él. La pobre criatura, hambrienta, gritaba, pero nadie se apiadaba de él. Una robusta campesina, que tenía un número considerable de hijos y muchas dificultades para darles de comer, se ofreció para cuidar de él a condición de que le dieran una fuerte suma de dinero; y como el rey y la reina no querían al príncipe Fatal, le dieron a la nodriza lo que solicitaba, y le dijeron que se llevara el niño a su pueblo.
Al segundo príncipe, al que habían llamado Fortuné, todo le iba, al contrario, de maravilla. Su papá y su mamá lo amaban con locura y ya no se acordaban del mayor. La malvada mujer a la que se lo habían entregado, nada más llegar a su casa, le quitó las bellas ropas con las que iba vestido para ponérselas a uno de sus hijos que era de la edad que Fatal; y, tras haber envuelto al pobre príncipe en un miserable faldón, lo llevó a un bosque donde había animales feroces y lo puso en un hueco junto a tres pequeños leones, para que lo devoraran. Pero la madre de aquellos leones no le hizo daño alguno, al contrario, lo amamantó, lo que lo hizo tan fuerte que al cabo de seis meses ya corría solo.