Sintiéndose un día muy generosa,
Invitó Don Zorro a cenar a Doña
Cigüeña.
La comida fue breve y sin mayores preparativos.
El astuto raposo, por su mejor menú,
Tenía un caldo ralo, pues vivía pobremente,
Y se lo presentó a la cigüeña servido en un plato poco profundo.
Esta no pudo probar ni un sólo sorbo, debido a su largo pico.
El zorro en cambio, lo lamió todo en un instante.
Para vengarse de esa burla, decidió la cigüeña invitar a Don Zorro.
-- Encantada -- dijo -- yo no soy protocolaria con mis amistades.
Llegada la hora corrió a casa de la cigüeña, encontrando la cena servida y con un apetito del que nunca están escasos los señores zorros.
El olorcito de la carne, partida en finos pedazos, le entusiasmó aún más.
Pero para su desdicha, la encontró servida en una copa de cuello alto y de estrecha boca,
Por el cual pasaba perfectamente el pico de Doña Cigüeña,
Pero el hocico de Don Zorro, como era de mayor medida, no alcanzó a tocar nada, ni con la punta de la lengua.
Así, Don Zorro tuvo que marcharse en ayunas, todo avergonzado y engañado, con las orejas gachas y apretando su cola.
Para vosotros escribo, embusteros: ¡Esperad la misma suerte!
Jean de la Fontaine