LA CIGARRA Y LA HORMIGA
Llegado ya el invierno riguroso,
La cigarra (que el tiempo caluroso del estío pasó solo cantando),
Se halló desproveída de lo preciso a conservar la vida;
Y al duro extremo su escasez llegando de no tener de mosca o gusanillo,
Ni aun siquiera el más leve pedacillo.
A casa de la hormiga, su vecina y amiga,
Fue a implorar para su hambre algún socorro,
Y la rogó quisiese de su ahorro
Algún grano prestarle para su subsistencia que juzgaba poder reintegrarle,
Sin que mediase apremio ni violencia, en la estación siguiente:
«Yo te ofrezco pagar puntualmente, Como soy animal –le dijo– antes del agosto futuro, el principal y el interés constantes».
La hormiga (esto es seguro) no gusta de prestar, y, el tal defecto es en ella el menor.
Conque, en efecto preguntó a la cigarra:
«¿Qué te hacías en los tan largos y ardorosos días de verano?».
«Cantaba, a todo el que pasaba sin excepción de hora» «¿Cantabas? Está bien, pues baila ahora.»
Jean de la Fontaine