Subieron entonces a buscar cuchillo y tijeras, y, abriendo la barriga del animal, sacaron de ella a su hijito. ¡Ay! exclamó el padre, ¡cuánta angustia nos has hecho pasar! Sí, padre, he corrido mucho mundo; a Dios gracias vuelvo a respirar el aire puro. ¿Y dónde estuviste? ¡Ay, padre! Estuve en una gazapera, en el estómago de una vaca y en la panza de un lobo. Pero desde hoy me quedaré con vosotros. Y no volveremos a venderte por todos los tesoros del mundo dijeron los padres, acariciando y besando a su querido Pulgarcito. Diéronle de comer y de beber y le encargaron vestidos nuevos, pues los que llevaba se habían estropeado durante sus correrías.
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