- ¿Es que me domina el diablo, y jamás vendrá mi salvador? Él, pegándole entonces en la cara, replicó:
- ¿Acaso no vino tu salvador? ¡Está aquí, mujer falaz! ¿Merecía yo este trato? Y, haciéndose visible, entró en la sala gritando:
- No hay boda; el rey legítimo ha regresado! Los reyes, príncipes y consejeros allí reunidos empezaron a escarnecerlo y burlarse de él; pero el muchacho, sin gastar muchas palabras, gritó:
-¿Queréis marchamos o no? Y, viendo que se aprestaban a sujetarlo y acometerle, desenvainando la espada, dijo:
- ¡Todas las cabezas al suelo, menos la mía! Y todas las cabezas rodaron por tierra, y entonces él, dueño de la situación, volvió a ser el rey de la montaña de oro.