Francescapágina 1 / 8
Conocílo en Forli, adonde había ido para visitar el famoso salón municipal decorado por Rafael.
Era un estudiante italiano, perfecto en su género. La conversación sobrevino a propósito de un dato sobre horarios de ferrocarril que le di para trasladarme a Rimini, la estación inmediata; pues en mi programa de joven viajero, entraba, naturalmente, una visita a la patria de Francesca.
Con la más exquisita cortesía, pero también con una franqueza encomiable, me declaró que era pobre y me ofreció en venta un documento –del cual nunca había querido desprenderse–, un pergamino del siglo XIII, en el cual pretendía darse la verdadera historia del célebre episodio.
Ni por miseria ni por interés, habríase desprendido jamás del códice; pero creía tener conmigo deberes "de confraternidad", y además le era simpático. Mi fervor por la antigua heroína, que él compartía con mayor fuego ciertamente, entraba también por mucho en la transacción.
Adquirí el palimpsesto sin gran entusiasmo, poco dado como soy a las investigaciones históricas; mas, apenas lo tuve en mi poder, cambié de tal modo a su respecto, que la hora escasa concedida en mi itinerario para salvar los cuarenta kilómetros medianeros entre Forli y Rimini, se transformó en una semana entera. Quiero decir que permanecí siete días en Forli.
La lectura del documento habría sido en extremo difícil sin la ayuda de mi amigo fortuito; pero éste se lo sabía de memoria, casi como una tradición de familia, pues pertenecía a la suya desde remota antigüedad.
Cuanta duda pudo caberme sobre la autenticidad de aquel pergamino, quedó desvanecida ante su minuciosa inspección. Esto fue lo que me tomó más tiempo.
El documento está en latín, caligrafiado con esas bellas y fuertes góticas tan características del siglo XIII, y que, no obstante un avanzado deterioro, son bastante legibles, gracias a la cabal individualización de cada letra en el encadenamiento de los renglones, y a la anchura de los espacios intermedios entre éstos. Hasta se halla legalizado por un signum tabellionis, ciertamente muy complicado con sus nueve lazadas, y perteneciente al notario Balzarino de Cervis. Su data es el 12 de junio de 1292.