Aurore y Aiméepágina 5 / 7
-Eres muy atrevido al querer casarte sin mi permiso -le dijo Fourbin a su hermano- y para castigarte, quiero casarme con esa joven si es tan bella como dicen.
Entrando en casa de la pastora, Fourbin preguntó dónde estaba la joven.
-Aquí está -contestó la pastora mostrándole a Aurore.
-¡Cómo! ¡Este monstruo! -dijo el rey-. ¿No tiene otra hija a la que mi hermano le ha dado su anillo?
-Aquí está el anillo, en mi dedo -contestó Aurore.
Al oír esas palabras, el rey lanzó una gran carcajada y dijo:
-No creía que mi hermano tuviera tan mal gusto; pero estoy encantado de poder castigarlo.
Al mismo tiempo, ordenó a a la pastora que le pusiera un velo a Aurore sobre la cara; y tras haber enviado a buscar al príncipe Ingénu, le dijo:
-Hermano, puesto que amas a la bella Aurore, deseo que te cases con ella en este instante.
-Pero yo no deseo engañar a nadie -dijo Aurore, quitándose el velo-; mire mi rostro, Ingénu; desde hace tres días estoy horrible ¿quiere casarse conmigo aún?
-Parece a mis ojos más amable que nunca, -dijo el príncipe-; pues comprendo que es más virtuosa aún de lo que yo creía.
Y mientras hablaba la tomaba de la mano. Fourbin se reía a carcajadas. Ordenó que se casaran allí mismo. Y luego le dijo a Ingénu:
-Como a mí no me gustan los monstruos, puedes vivir con tu esposa en esta cabaña; y te prohíbo que la lleves a la corte.
Luego subió de nuevo a la carroza, y dejó a Ingénu radiante de felicidad.
-¿Y bien? -le preguntó la pastora a Aurore- ¿se siente aún desgraciada por haberse caído? Si ese accidente no hubiera sucedido, el rey se habría enamorado de usted, y si se hubiera negado a casarse con él, habría ordenado matar a Ingénu.
-Tiene razón, madre -contestó Aurore–, sin embargo me he puesto tan fea que doy miedo, y temo que el príncipe lamente haberse casado conmigo.
-No, se lo aseguro -dijo Ingénu- uno puede acostumbrase a un rostro feo, pero jamás a un mal carácter.