Un Ojito, Dos Ojitos y Tres Ojitospágina 2 / 8
Y enseguida tendrás ante ti una mesa, primorosamente dispuesta con los más sabrosos manjares, y podrás comer hasta saciarte. Y cuando ya estés satisfecha y ya no necesites de la mesa, dirás:
"Bala, cabrita;
retírate, mesita."
Y desaparecerá en el acto de tu vista.
Y dicho esto, el hada se marchó. Dos Ojitos pensó: "Es cosa de probar enseguida si es cierto esto que me ha dicho, pues realmente me atormenta el hambre"; y exclamó:
"Bala, cabrita;
cúbrete, mesita."
Apenas hubo pronunciado estas palabras vio ante sí una mesita cubierta con un mantel blanquísimo, y encima, un plato con su cuchillo, tenedor y cuchara, todo de plata. Había también viandas magníficas, todavía humeantes, como si acabasen de salir de la cocina. Dos Ojitos rezó la oración más breve, de cuantas sabía: "¡Dios mío, sé nuestro huésped por los siglos de los siglos, amén!." Se sirvió y comió con verdadera fruición. Cuando ya estuvo satisfecha, dijo, como le enseñara el hada:
"Bala, cabrita;
retírate, mesita."
Y en un santiamén desapareció la mesa con todo lo que había. "¡He aquí una manera cómoda de cocinar!"; pensó Dos Ojitos, ya de muy buen humor.
Al regresar a su casa al anochecer con la cabra, encontró una escudilla de barro con algo de comida que le habían dejado las hermanas, pero no la tocó. Al día siguiente marchóse de nuevo con la cabrita, sin hacer caso de los mendrugos que le habían puesto para el desayuno. Al principio, las hermanas no prestaron atención al hecho, pero, al repetirse, dijeron.