La Alondra Cantarina y Saltarinapágina 3 / 6
-Esta vez no quiero estar sola; tienes que venirte conmigo.
El león, sin embargo, no quiso y le dijo que eso era demasiado peligroso para él, pues si le daba allí el rayo de alguna luz se transformaría en una paloma y tendría que volar durante siete años con las palomas. Pero ella no le dejó en paz y le dijo que ya cuidaría de él y le protegería de cualquier luz.
Así que se fueron los dos juntos y se llevaron también a su pequeño hijo. Ella, sin embargo, hizo que levantaran allí, alrededor de un salón, un muro tan fuerte y tan grueso que no penetrara ningún rayo, y allí tendría que quedarse él cuando encendieran las luces de la boda. Pero la puerta estaba hecha de madera fresca y saltó y se abrió en ella una pequeña grieta de la que nadie se dio cuenta.
Entonces se celebró la boda con gran boato, pero cuando la comitiva salió de la iglesia y pasó con muchísimas antorchas y velas al lado del salón, un rayo muy, muy fino cayó sobre el príncipe, y en el mismo momento en que le rozó se transformó, y cuando ella entró a buscarle no le vio; allí lo único que había era una paloma que le dijo:
-Siete años tengo que volar ahora por el mundo, pero cada siete pasos dejaré caer una roja gota de sangre y una pluma blanca que te señalarán el camino, y si me sigues podrás salvarme.
La paloma entonces salió volando por la puerta y ella la siguió, y cada siete pasos caía una gotita de sangre roja y una plumita blanca y le señalaban el camino. Así, anduvo por el ancho mundo sin parar y sin mirar atrás y sin descansar, y ya casi habían pasado los siete años; entonces se alegró mucho y pensó que ya estaban salvados, pero aún le faltaba mucho para eso.
Una vez, según iba andando, ya no cayó ninguna plumita ni ninguna gotita roja de sangre, y cuando abrió bien los ojos la paloma había desaparecido. Y como pensó que ahí los hombres no podían ayudarla, se subió al sol y le dijo:
-Tú brillas sobre todas las cumbres y todas las quebradas, ¿no has visto volar una blanca palomita?