Juan mi Erizopágina 1 / 5
Cuento de hadas por los Hermanos GRIMM
Érase una vez un rico campesino que no tenía ningún hijo con su mujer. A menudo cuando iba con los demás campesinos a la ciudad éstos se burlaban de él y le preguntaban por qué no tenía hijos. Una vez se puso muy furioso y cuando llegó a su casa dijo:
-¡Yo quiero tener un hijo! ¡Aunque sea un erizo!
Su mujer entonces tuvo un hijo que era de mitad para arriba un erizo y de mitad para abajo un niño, y cuando vio a su hijo se asustó mucho y dijo:
-¿Lo ves? ¡Nos has echado encima una maldición!
Entonces dijo el marido:
-Ya no sirve de nada lamentarse, tenemos que bautizar al niño, pero no podemos darle ningún padrino.
La mujer dijo:
-Y tampoco podemos bautizarlo más que con el nombre de Juan-mi-erizo.
Cuando estuvo bautizado dijo el cura:
-A éste con sus púas no se le puede poner en una cama como es debido.
Así que le prepararon un poco de paja detrás de la estufa y acostaron allí a Juan-mi-erizo. Tampoco podía alimentarse del pecho de la madre, pues la hubiera pinchado con sus púas. Así, se pasó ocho años tumbado detrás de la estufa, y su padre estaba ya harto de él y deseando que se muriera; pero no se moría, y allí seguía acostado. Ocurrió entonces que en la ciudad había mercado y el campesino quiso ir. Entonces le preguntó a su mujer qué quería que le trajera.
-Un poco de carne y un par de panecillos que hacen falta en casa -dijo ella.
Después le preguntó a la criada y ésta le pidió un par de zapatillas y unas medias de rombos. Finalmente dijo también:
-¿Y tú qué quieres, Juan-mi-erizo?
-Padrecito -dijo-, tráeme una gaita, anda.
Cuando el campesino volvió a casa le dio a su mujer lo que le había traído: la carne y los panecillos; luego le dio a la criada las zapatillas y las medias de rombos, y finalmente se fue detrás de la estufa y le dio a Juan-mi-erizo la gaita.