El Hada del Saucopágina 8 / 8
El viejo abrió su libro de cánticos, y allí estaba la flor de saúco, fresca y lozana como si acabase de cogerla; y el Recuerdo hizo un gesto de aprobación, y los dos ancianos. Con las coronas de oro en la cabeza, siguieron sentados al sol poniente. Cerraron los ojos y... bueno, el cuento se ha terminado.
El chiquillo yacía en su cama; ¿había sido aquello un sueño, o realmente le habían contado un cuento? Sobre la mesa se veía la tetera, pero de ella no salía ningún saúco, y el anciano señor del piso alto se dirigía a la puerta para marcharse.
-¡Qué bonito ha sido! -dijo el pequeñuelo-. ¡Madre, he estado en las tierras cálidas!
-No me extraña -respondió la madre-. Cuando uno, se ha tomado un par de tazas de infusión de flor de saúco, no hay duda de que se encuentra en las tierras cálidas.
Y lo arropó bien, para que no se enfriara.
-Estuviste durmiendo mientras yo y él discutíamos sobre si era un cuento o una historia.
-¿Y dónde está el hada del saúco? -preguntó el niño.
-En la tetera -replicó la mujer-, y puede seguir en ella.