El Hada del Saucopágina 4 / 8
Al poco rato se presentaron los hijos y los nietos; todos sabían muy bien que eran las bodas de oro; ya los habían felicitado, pero los viejos se habían olvidado, mientras se acordaban muy bien de lo ocurrido tantos años antes. El saúco exhalaba un intenso aroma, y el sol, cerca ya de la puerta, daba a la cara de los abuelos. Los dos tenían rojas las caras, y el más pequeño de sus nietos bailaba a su alrededor, gritando, alegre, que habría cena de fiesta: comerían patatas calientes. Y el hada asentía desde el árbol y se sumaba a los hurras de los demás».
-Pero esto no es un cuento -observó el chiquillo, que escuchaba la narración.
-Tú lo sabrás mejor -replicó el viejo señor que contaba-. Lo preguntaremos al hada del saúco.
-No fue un cuento -dijo ésta-; el cuento viene ahora. Las más bellas leyendas surgen de la realidad; de otro modo, mi hermoso saúco no podría haber salido de la tetera.
Y, sacando de la cama al chiquillo, lo estrechó contra su pecho, y las ramas cuajadas de flores se cerraron en torno a los dos. Quedaron ellos rodeados de espesísimo follaje, y el hada se echó a volar por los aires. ¡Qué indecible hermosura!
El hada se había transformado en una linda muchachita, pero su vestido seguía siendo de la misma tela verde, salpicada de flores blancas, que llevaba en el saúco. En el pecho lucía una flor de saúco de verdad, y alrededor de su rubia cabellera ensortijada, una guirnalda de las mismas flores. Sus ojos eran grandes y azules, y era maravilloso mirarlos. Ella y el chiquillo se besaron, y entonces quedaron de igual edad, sintiendo las mismas alegrías.
Cogidos de la mano salieron de entre el follaje, y de pronto se encontraron en el espléndido jardín de la casa paterna; en medio del verde césped, el bastón del padre aparecía atado a una estaquilla. Para los pequeñuelos había vida en aquel bastón; no bien se hubieron montado en él, el reluciente pomo se convirtió en una magnífica cabeza de caballo, con larga y negra melena ondulante, y de la caña salieron cuatro patas esbeltas y vigorosas; el animal era robusto y valiente. Se echaron a cabalgar a galope por el césped.