El Escarabajopágina 8 / 8
-¡Heme aquí montado en el caballo del Emperador, como un jinete! ¿Qué digo? ¡Claro que sí! Ya me lo preguntaba el herrador: «¿Por qué le pusieron herraduras de oro al caballo?». ¡Naturalmente! Se las pusieron por mí: para hacerme honor, cuando me dignara montarlo.
Y este pensamiento lo puso de excelente humor.
«¡Hay que ver lo que el viajar aguza el entendimiento!», pensó.
Los rayos del sol caían directamente sobre él, y el sol le parecía hermoso.
-¡Pues no está tan mal el mundo! -dijo-. Sólo hay que sabérselo tomar.
El mundo volvía a ser hermoso, pues al caballo del Emperador le habían puesto herraduras de oro porque el escarabajo debía montar en él. ¡Parecía mentira que tal honor hubiese estado reservado para él!
-Ahora me apearé para explicar a mis parientes lo mucho que han hecho por mí. Les contaré todas las amenidades de mi viaje al extranjero y les diré que sólo voy a permanecer en casa mientras el caballo no haya gastado las herraduras de oro.