Capítulo 2 - EL CHARCO DE LAGRIMASpágina 6 / 8
Alicia pensó que éste sería el modo correcto de dirigirse a un ratón; nunca se había visto antes en una situación parecida, pero recordó haber leído en la Gramática Latina de su hermano «el ratón -- del ratón -- al ratón -- para el ratón -- ¡oh, ratón!» El Ratón la miró atentamente, y a Alicia le pareció que le guiñaba uno de sus ojillos, pero no dijo nada. «Quizá no sepa hablar inglés», pensó Alicia. «Puede ser un ratón francés, que llegó hasta aquí con Guillermo el Conquistador.» (Porque a pesar de todos sus conocimientos de historia, Alicia no tenía una idea muy clara de cuánto tiempo atrás habían tenido lugar algunas cosas.) Siguió pues:
--Où est ma chatte?
Era la primera frase de su libro de francés. El Ratón dio un salto inesperado fuera del agua y empezó a temblar de pies a cabeza.
--¡Oh, le ruego que me perdone! --gritó Alicia apresuradamente, temiendo haber herido los sentimientos del pobre animal--. Olvidé que a usted no le gustan los gatos.
--¡No me gustan los gatos! --exclamó el Ratón en voz aguda y apasionada--. ¿Te gustarían a ti los gatos si tú fueses yo?
--Bueno, puede que no -dijo Alicia en tono conciliador-. No se enfade por esto. Y, sin embargo, me gustaría poder enseñarle a nuestra gata Dina. Bastaría que usted la viera para que empezaran a gustarle los gatos. Es tan bonita y tan suave --siguió Alicia, hablando casi para sí misma, mientras nadaba perezosa por el charco--, y ronronea tan dulcemente junto al fuego, lamiéndose las patitas y lavándose la cara... y es tan agradable tenerla en brazos... y es tan hábil cazando ratones... ¡Oh, perdóneme, por favor! --gritó de nuevo Alicia, porque esta vez al Ratón se le habían puesto todos los pelos de punta y tenía que estar enfadado de veras--. No hablaremos más de Dina, si usted no quiere.