A lo que la cigüeña replicó:
Vos no sois agradecido,
Mi señor, el rey León
Habéis dado ya al olvido
El favor que os hice yo.
Algún día os hallaréis
Otra vez en gran apuro,
Y entonces no tendréis
Ningún asilo seguro.
Y dicho esto, el ave voló lejos de la tierra.
Tiempo después, cuando el dios Buda contaba esta historia a sus discípulos, solía añadir:
- En aquella época el león era Devadata, el traidor, y la blanca cigüeña era yo mismo.