Una lección para reyespágina 1 / 2
Por los tiempos en que Brahma reinaba en Benarés, era tanta la justicia que había en sus actos, que poco a poco, todo el mundo se hizo justo y nadie acudía ya a los tribunales, por lo cual éstos estuvieron a punto de ser cerrados. " Es necesario que alguien me haga ver mis faltas -se dijo un día Brahma.- No es posible que mi conducta sea perfecta, pues el hombre no es perfecto y yo al fin y al cabo soy humano. En los tribunales han perdido ya la costumbre de juzgar, pues mi pueblo no acude a ellos. Será necesario preguntar a aquellos que me rodean, para saber mis defectos, y corregirme de ellos." Pero los cortesanos, sólo tuvieron palabras de alabanzas hacia él, y ninguno le descubrió falta alguna. "Es por el temor que inspira la realeza, que me hablan así" -pensó Brahma, y al día siguiente salió de palacio y preguntó a los que allí vivían, cuáles eran sus faltas, pero tampoco encontró a nadie que le prodigase otra cosa que alabanzas. Entonces decidió salir de la ciudad, y ver si encontraba al fin alguien que descubriera alguna falta en él. Tampoco lo encontró, y por ello pensó en trasladarse a los pueblos de su reino. Así lo hizo, pero tampoco en ellos encontró a nadie que pudiera decir algún defecto de él, por lo cual el soberano decidió regresar a su palacio. Dio la casualidad de que por el mismo tiempo, Malika, el Rajá de Kosala, hombre bondadoso y justo, que gobernaba con gran sabiduría su reino, quiso conocer también sus defectos, y como había hecho Brahma, buscó entre sus cortesanos quien se los dijera. Y como no encontrase a nadie, decidió salir de su Palacio en busca de la verdad. Todo lo que halló en su camino fueron alabanzas, y al fin, regresó también a su palacio. Quiso el azar, que los coches de ambos reyes se encontrasen de frente en un estrecho camino, y el cochero de Malika, dijo al de Brahma: - Aparta tu coche del camino. - Apártate tú, -replicó el otro cochero.- En este coche viaja el Rajá de Benarés, el gran Brahma.