Por los días en que sucedía lo que contamos, el feroz sultán había llamado a los médicos de la corte, y les había dicho, con un acento que hubiera hecho estremecerse a una estatua de mármol:
- O me devolvéis la vista u os corto la cabeza. Los galenos otomanos no sabían operar las cataratas, pero como les peligraba el relleno del turbante, se decidieron a buscar un colega que fuese capaz de curar la ceguera del Gran Turco. Llegó a su conocimiento que en una de las ciudades turcas habla un médico cristiano que realizaba curas sorprendentes e inmediatamente transmitieron la noticia al Gran Turco.
- ¡Que salgan cien jinetes a buscarlo! - ordenó el déspota.
Dos días más tarde, el médico cristiano se hallaba en presencia del sultán.
- Te he hecho venir, cristiano - díjole con voz atronadora - para que me devuelvas la vista, cosa que estos imbéciles no son capaces de conseguir... Si lo haces, te llenaré todos los bolsillos de oro, pero si fracasas...
- ¿Si fracaso, señor... ? - Si fracasas, puedes despedirte de tu cabeza.
Lleno de temor, el médico cristiano entretuvo durante unos cuantos días al tirano con cocimientos de flor de saúco y con lavados de agua de San Antonio; pero como el Gran Turco no mejoraba y el pobre galeno temía por su vida, se le ocurrió decirle:
- El remedio más eficaz para curarte, señor, no se encuentra aquí, en Turquía...
- ¿Qué remedio es ése? - Una especie de ungüento hecho con manteca de cristiano y unas hierbas milagrosas que sólo yo conozco... Pero, desgraciadamente, aquí es muy difícil encontrar un cristiano...
- ¿Y las hierbas?
- Las hierbas, sí, señor...
- Prepara entonces las hierbas y mis médicos te sacarán la manteca a ti mismo...
El desgraciado galeno estuvo a pique de morir del susto.
- Es que..., señor - dijo tartamudeando, - mi manteca no sirve... Ha de ser la de un cristiano joven...
En aquel preciso instante entraron unos edecanes a decir al Gran Turco que unos marineros habían recogido a un náufrago cristiano, que aseguraba ser el príncipe Andana, hijo del rey Perico y de la reina Mari-Castaña.