Tom Poucepágina 5 / 6
-¡Oh! ¡Dios mio! ¡Señor cura, que habla la vaca!
-Tú estás loca -respondió el sacerdote-, y sin embargo, fue él mismo al establo para asegurarse de lo que pasaba.
Pero apenas había entrado, gritó de nuevo Tom Pouce:
-¡Basta de heno! ¡no quiero más!
El cura se asustó a su vez, y creyendo que la vaca tenía el diablo en el cuerpo, dijo que era preciso matarla. La mataron, y la panza en que se hallaba prisionero el pobre Tom, fue arrojada al estiércol.
El pobrecillo trabajó mucho para desenredarse, y empezaba a sacar la cabeza fuera, citando le sucedió una nueva desgracia. Un lobo hambriento se arrojó sobre la panza, y se la tragó de una vez. Tom Pouce no perdió ánimo.
-Quizá -pensó para sí-, será tratable este lobo.
Y desde su vientre donde estaba encerrado, le gritó:
-Querido amigo, quiero enseñarte dónde puedes hallar una buena comida.
-¿Dónde? -le dijo el lobo.
-En tal y tal casa; no tienes mas que deslizarte por el albañal a la cocina y encontrarás tortas, tocino, salchichas, a boca qué quieres.
Y le designó la casa de su padre con la mayor exactitud.
El lobo no se lo hizo decir dos veces: se introdujo en la cocina y dio un buen avance a las provisiones. Pero cuando estuvo harto y tuvo que salir, se hallaba tan hinchado con el alimento, que no pudo conseguir pasar por el albañal. Tom, que había contado con esto, comenzó a hacer un ruido terrible en el cuerpo del lobo saltando y brincando con todas sus fuerzas
-¿Quieres estarte quieto? -le dijo el lobo-, vas a despertar a todos.
-¿Y qué? -le respondió el hombrecillo-. ¿No te has regalado tú? también yo quiero divertirme.
Y se puso a gritar todo lo que pudo.
Concluyó por despertar a sus padres, que corrieron y miraron en la cocina, a través de la cerradura. Cuando vieron que había un lobo, se armaron el hombre con una hacha y la mujer con una hoz.