La hermosa en el bosque encantadopágina 4 / 10
Los asadores que estaban al fuego llenos de faisanes y perdices se durmieron tambien, y hasta el fuego mismo (no es broma), se quedó dormido. Todo fué obra de un momento. ¡Bonitas son las hadas para estarse mano sobre mano y andarse en dibujos!
Entónces el rey y la reina, despues de haber sellado un beso en la frente de su querida hija, sin que por esto se dispertase, salieron del alcázar, y expidieron órdenes prohibiendo la entrada en él á todo el mundo. Bien que maldita la falta que hacia semejante precaucion; porque en menos de un cuarto de hora brotó al rededor de los jardines y avenidas tanta aspereza de árboles grandes y pequeños, de zarzas y cambroneras entrelazadas y enredadas unas con otras de tal suerte, que era imposible que por allí penetrasen ni las mismas lagartijas: tan solo se descubrian las almenas de las torres, y esto desde alguna distancia. A nadie quedó la menor duda de que la señora hada habia hecho otra de las suyas para que durante el sueño estuviese la princesa segura y exenta de las indiscreciones de los curiosos y mal entretenidos.
Al cabo de los cien años, el hijo del rey que entónces ocupaba el trono, y que pertenecía á una familia distinta de la de la princesa dormida, salió á cazar por los al rededores del castillo, y preguntó qué eran aquellas torres que se descubrian por encima de un grande y espesísimo bosque. Cada cual le contestó segun lo que habia oido contar: quien decia que era un antiguo castillo en que se aparecían espíritus; quien que allí dentro celebraban el sábado todas las brujas de la comarca. La voz mas general y acreditada entre el vulgo era que en aquel encantado recinto vivía una ogra, la cual encerraba allí dentro á todos los niños que podia robar, para comérselos á su sabor, sin que nadie pudiera molestarla; puesto que nadie, sino ella, era capaz, de abrirse paso entre aquellos intrincados y espesísimos matorrales.