La Hada Berliquetapágina 5 / 6
—¡Qué bestias son esas gentes! exclamaba montado en cólera. No parece sino que en esta ciudad no hayan visto jamás a ningun extranjero. ¡Ojala que todos estuviesen tan amarillos como yo, y entónces veríamos si les hacía gracia que se burlasen de ellos cara á cara!
No tuvo que decirlo dos veces. ¡Cuál fué su asombro al ver que a todos los que pasaban por la calle se les puso una cara de gualda como la suya! Y como sospechasen que aquella pesada burla era obra del endemoniado arrapiezo, que así le llamaban; cada hijo de vecino asió de una buena tranca, con la sana intencion de menearle el bulto.
—¡Paso! ¡paso! bribones, gritó Chilindrina corriendo como un gamo. Os juro ¡vive Dios! que he de abrasar la ciudad, y que he de convertiros á todos en....
No pudo concluir. Sintióse al punto agarrado por los cabellos y llevado en volandas, y la varilla misteriosa se le escapó de las manos.
—El bribon eres tú, galopin, le dijo el hada Berliqueta, que era quien le habia echado la zarpa. Chilidrina no osó decir esta boca mia.
El Hada le llevó á su casa, y le dijo:
—Ven acá, condenado. ¿Qué has hecho? ¿Piensas acaso que te concedí el don de la hechicería para moler y maltratar a todo el mundo? Afortunadamente pude remediar todos los males que causaste, y que no te cuidaste de reparar. Sin que pudieras verme, por todas partes he seguido tus pasos, y en todas partes he desbaratado tus dañadas intenciones. Porque un buen labrador con justos motivos se niega á recogerte, le envias al demonio a él y á toda su parentela. Pues bien, yo saqué a aquellas pobres gentes de las uñas de los diablos, y viven ahora en su casa muy tranquilos, ocupados en celebrar las interrumpidas bodas.
La vieja mendiga no posee el oro que sin costarte nada le diste: ni lo habia ganado, ni lo habia merecido. No obstante, por aquella ligera muestra de buen corazon, tu rostro había tomado el color de la rosa; mas lo perdió en el mismo instante en que te atreviste á insultar al dueño de la casa de campo, que con sobrada justicia se lamentaba del robo que acababan de hacerle. Luego martirizas á su gato querido, á un pobre animalito que ningun daño te habia hecho; destruyes la esperanza de la cosecha; causas la perdicion de unos pobres trabajadores, é intentas por último sembrar la destruccion en una ciudad entera. Señor mio, esto ya pasa de castaño oscuro. Eres un malvado, un azote de tus semejantes. No, no harás más daño á nadie, buena pieza; porque te condeno á estar mil años en lo más alto de este cañon de chimenea.