Los asesinos, asustados ante el prodigio, marcharon apesadumbrados de su crimen, y tuvieron que contemplar durante todas las noches de su vida aquel resplandor siniestro que les recordaba su maldad y torturaba su conciencia, no volviendo a recobrar jamás la calma.
Desde entonces, grupos inmensos de isondúes pueblan de un fantástico resplandor, durante las noches, el bosque, convirtiéndolo en un paraje encantado.
Logrando coger un isondú o gusano de luz, se ve que tiene once lucecitas a cada lado de su cuerpo y son vestigios de las veintidós puñaladas recibidas, y la luz roja de la cabeza es el corazón de aquel hermoso joven que despertó los celos de los demás hombres.