Verliokapágina 1 / 4
Una vez vivía un matrimonio anciano con dos nietos huérfanos, tan hermosos, tan dóciles y buenos, que el matrimonio los quería sin medida. Un buen día se le ocurrió al abuelo llevar a los nietos al campo para enseñarles un plantío de guisante, y vieron que los guisantes crecían espléndidos. El abuelo se regocijó al ver aquella bendición y dijo: - No hallaréis guisantes mejores en todo el mundo. Cuando estén bien granados, haremos de vez en cuando sopa y tortilla de guisantes. Al día siguiente, el abuelo mandó a su nieta, diciendo: - ¡Anda y ahuyenta a los gorriones de los guisantes! La nieta se sentó junto al plantío, agitando una rama seca y diciendo: - ¡Fuera, fuera, gorriones que picoteáis los guisantes del abuelo hasta que os hartáis! De pronto oyó un retumbar de pasos en el bosque y se le presentó Verlioka, un gigante de enorme estatura, con un ojo, nariz ganchuda, barbas como zarzas, bigotes de una cana de largo, pelos como cerdas, cojeando de un pie, apoyándose en una muleta, enseñando los dientes y sonriendo. Se acercó a la preciosa niña, la cogió y se la llevó detrás del lago. El abuelo espera que espera, y al ver que la nieta no volvía mandó al nieto en su busca. Pero Verlioka se lo llevó también. El abuelo espera que espera, hasta que dijo a su mujer: - ¡Cuánto tardan nuestros nietos! ¡Se habrán entretenido retozando por el campo o cazando estorninos con algún muchacho, y entretanto los gorriones darán cuenta de nuestros guisantes! ¡Anda, mujer, y enséñales a tener juicio! La anciana dejó el fogón, cogió el palo que guardaba en un rincón y se alejó; pero no volvió. En cuanto Verlioka la vio en el campo, se le acercó gritando: - ¿Qué buscas aquí, bruja? ¿Vienes a desgranar guisantes? ¡Si tanto te gustan, voy a dejarte entre los guisantes para siempre! Y levantando la muleta, empezó a golpear a la anciana hasta que la pobre perdió el sentido y se quedó tumbada en el suelo, más muerta que viva. El abuelo esperó en vano la vuelta de los nietos y de su mujer, y empezó a murmurar contra ellos, diciendo: "¿Dónde, demonios, estarán? Bien dicen que un hombre nada bueno puede esperar de su costilla".