Riquete, él del copetepágina 5 / 7
La princesa, todavía más sorprendida que antes, y recordando de pronto que ese mismo día cumplíase un año que ella había prometido casarse con el príncipe Riquete el del Copete, cayó en cuenta de lo que pasaba. Lo que había sucedido para que se olvidase, es lo siguiente: cuando hizo la promesa era boba, y al volverse inteligente gracias al don otorgado por el príncipe, se desmemorió de todas sus tonterías. No bien hubo dadotreinta pasos continuando su paseo, que Riquete el del Copete, se le apareció, bravo, magnífico y ataviado como un príncipe que se va a casar. Vos me véis aquí –dijo él-, Señora, fiel a mi palabra, y yo no dudo que vos venís para cumplir también la que me disteis, convirtiéndome, al otorgarme vuestra mano, en el más feliz de todos los hombres. Os confesaré francamente –respondió la princesa-, que todavía no he tomado una decisión al respecto y no creo tomarla como vos la deseáis. ¡Me sorprendéis, Señora! –replicó Riquete el del Copete. Lo creo –dijo la princesa-, y seguramente si yo estuviera frente a un hombre sin inteligencia me encontraría muy azorada. Una princesa no tiene más que su palabra, me diría, y es preciso que vos seáis mi esposa, puesto que lo habéis prometido, pero como aquel a quien yo hablo es hombre de mundo y muy inteligente, estoy segura que entenderá mis razonamientos. Vos sabéis que, cuando era tonta, no podía ni siquiera resolver el casarme con vos, ¿cómo queréis que teniendo la inteligencia que me habéis concedido, no se me haga todavía más difícil tomar una decisión que no pude tomar en ese tiempo? Si pensabais casaros conmigo, habéis cometido un gran error al quitarme la tontería haciéndome ver con mayor claridad las cosas. Un hombre sin inteligencia –contestó Riquete el del Copete-, mostraría ese comportamiento, como vos acabáis de decir, pero tengo que reprocharos vuestra falta de palabra, ¿porqué, os gustaría Señora, que yo faltase también a la mía al imponerme en una cuestión en la que va toda la felicidad de mi existencia? ¿Es razonable que aquellos que son inteligentes sean de una peor condición que aquellos que no lo son? ¿Podéis entenderlo vos, que tanta tenéis ahora? Mas vengamos a los hechos, si os place: ¿a parte de mi fealdad, hay cualquier cosa en mí que os desagrade? ¿Estáis descontenta de mi alcurnia, de mi inteligencia, de mi humor y de mis maneras? ¡Nada de eso –protestó la princesa-, yo estimo en vos todo lo que acabáis de enumerar! Si esto es así –repuso Riquete el del Copete-, seré feliz, puesto que vos podéis convertirme en el más amado de todos los hombres.
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