Juan sin miedopágina 1 / 3
Por los Hermanos Grimm
Hace mucho, mucho tiempo, vivían en una pequeña aldea un anciano padre con sus dos hijos. El mayor de ambos era trabajador y llenaba el corazón de su padre de alegría, pero el otro sólo le brindaba sinsabores y no sacaba provecho de él. Un día el padre llamó al menor de sus hijos, que se llamaba Juan, y dirigiéndose a él dijo: - Hijo mío, sabes que no tengo mucho que dejaros a tu hermano y a ti, y sin embargo aún no has aprendido ningún oficio que te sirva para ganarte el pan. Dime: ¿qué te gustaría aprender? Padre - contestó Juan -, muchas veces oigo contar relatos que hablan de monstruos y batallas, y al escucharlos la gente dice: "qué miedo pasé", o "me quedé helado de terror", o incluso: "fue espantoso, estábamos aterrorizados". - Padre, quiero aprender lo que es el miedo porque nunca he sentido algo así. - ¡Estoy hablando de tu porvenir!, - dijo el anciano encolerizado - ¿y tu quieres aprender lo que es el miedo? Aunque no creo que sirva de nada, marcha a aprenderlo, si lo deseas, pero no con mi apellido. Juan recogió sus cosas, se despidió de su hermano y de su padre, y emprendió su camino. Cerca de un molino encontró a un sacristán con el que entabló conversación. Al presentarse y darse cuenta de que no podía utilizar su apellido, decidió que su nombre sería en adelante Juan Sin Miedo. - ¿Juan Sin Miedo? ¡Extraño nombre! - Se admiró el sacristán. - Verá, nunca he conocido el miedo, he partido de mi casa con la intención de que alguien me pueda mostrar lo que es. Quizá pueda ayudarte: cuentan que más allá del valle, muy lejos, hay un castillo encantado por un malvado mago. El monarca que allí gobierna ha prometido la mano de su linda hija a aquel que consiga recuperar el castillo y el tesoro. Hasta ahora, todos los que lo intentaron huyeron asustados o murieron de miedo. - Quizá, quizá allí pueda sentir el miedo. Después de mucho caminar, vislumbró a lo lejos las torres más altas de un castillo en el que no ondeaban banderas.