Si son capaces de adivinar el asado que se les servirá, quedarán libres, y, además, podrán quedarse con el látigo. Respondió el primer soldado: En el Mar del Norte hay un caballo marino muerto. Éste será el asado. En el Mar del Norte hay un caballo marino muerto. Éste será el asado. ¿Y cuál será vuestra cuchara? El costillaje de una ballena, ésa será nuestra cuchara de plata. Torció el diablo el gesto y, volviendo a refunfuñar «¡jum, jum, jum!», dirigiose al tercero: ¿Saben también cuál ha de ser vuestra copa de vino? Al oír esto, el diablo soltó una palabrota y salió a escape, perdido todo poder sobre ellos. Los soldados se quedaron con el látigo, con el cual tuvieron el dinero a manos llenas, y vivieron felices el resto de sus días.
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