Tom Poucepágina 3 / 6
Quisieron cogerle metiendo palos en el agujero, mas fue trabajo perdido. Tom se escondía más adentro cada vez, y empezando a oscurecer de repente, se vieron obligados a entrar en su casa incomodados y con las manos vacías.
Cuando estuvieron lejos, salió Tom Pouce de su cueva. Temía aventurarse por la noche en medio del campo, pues una pierna se rompe enseguida. Por fortuna encontró un caracol vacío:
-A Dios gracias -dijo-, pasaré la noche en seguridad aquí dentro. Y se estableció allí.
Cuando iba a dormirse oyó dos hombres que pasaban, y el uno decía al otro:
-¿Cómo nos arreglaríamos para robar el oro y la plata a ese cura tan rico?
-Yo os lo diré -les gritó Tom Pouce.
-¿Qué hay? -exclamó uno de los ladrones asustados-; ¿he oído hablar a alguien?
Continuaban escuchando, cuando Tom Pouce les gritó de nuevo:
-Llevadme con vosotros y os ayudaré.
-¿Dónde estás?
-Buscadme por el suelo, por donde sale la voz. Los ladrones concluyeron por encontrarle:
-Pequeño extracto de hombre -le dijeron-, ¿cómo quieres sernos útil?
-Mirad -les dijo-, me deslizaré por entre los hierros de la ventana en el cuarto del cura, y os pasaré todo lo que me pidáis.
-Pues vamos a probarlo -le dijeron.
En cuanto llegaron al presbiterio, Tom Pouce se deslizó en el cuarto; después se puso a gritar con todas sus fuerzas:
-¿Queréis todo lo que hay aquí?
Los ladrones asustados le dijeron:
-Habla bajo, vas a despertar a la gente:
Pero él, haciendo como si no los hubiera oído, gritó de nuevo:
-¿Qué es lo que queréis? ¿Queréis todo lo que hay aquí?
La criada que dormía en el cuarto de al lado, oyó este ruido, se levantó y escuchó. Los ladrones habían batido retirada; en fin, tomaron ánimo, y creyendo únicamente que el picarillo quería divertirse a sus expensas volvieron atrás y le dijeron por lo bajo